Agricultura sostenible y mercados internacionales: ¿qué se exigirá en 2026 y más allá?

Raymondo Murphey
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Agricultura sostenible y mercados internacionales muestran qué se exigirá en 2026 y más allá, analiza Aldo Vendramin.

La conexión entre la agricultura sostenible y el acceso a los mercados internacionales es cada vez más directa y determinante para la competitividad del productor rural. En este sentido, Aldo Vendramin, empresario y fundador, expone que la agenda ambiental ha dejado de ser solo un diferencial de imagen y ha pasado a influir en contratos, precios, exigencias de los compradores e incluso en líneas de financiación. Quienes deseen seguir siendo relevantes en 2026 y en los años siguientes deberán alinear producción, gestión y la demostración de prácticas sostenibles.

En este artículo, conceptualizamos la importancia de adoptar una agricultura sostenible cada vez más exigente y cómo esta influirá en los mercados y en la producción. Descúbrelo a continuación.

¿Cómo se consolidó la sostenibilidad como criterio de mercado?

La agricultura siempre ha dependido de los recursos naturales, pero nunca había estado tan expuesta al escrutinio de consumidores, inversores y gobiernos como ahora. Este cambio es el resultado de la combinación de una mayor conciencia ambiental, el avance de la agenda climática y la integración de las cadenas globales. Hoy en día, grandes cadenas minoristas, industrias alimentarias y traders internacionales son evaluados por sus huellas ambientales y sociales, lo que repercute directamente en el productor.

Este movimiento impacta principalmente a las cadenas exportadoras —como granos, carnes, fibras y productos forestales—, pero también empieza a alcanzar nichos del mercado interno alineados con criterios ESG. La exigencia no se limita a evitar la deforestación ilegal o a cumplir leyes básicas; incluye reducir emisiones, preservar la biodiversidad, manejar el suelo y el agua de forma responsable y garantizar condiciones laborales adecuadas. Aldo Vendramin observa que el foco deja de estar únicamente en el producto final y pasa a abarcar todo el proceso productivo.

Para Aldo Vendramin, agricultura sostenible será decisiva para mantener acceso a mercados internacionales.
Para Aldo Vendramin, agricultura sostenible será decisiva para mantener acceso a mercados internacionales.

Al mismo tiempo, la competencia entre países productores se intensifica. Los mercados compradores, especialmente en Europa y en segmentos de alto valor agregado, tienden a priorizar orígenes que demuestren cadenas más limpias, trazables y confiables. En este escenario, la capacidad de comprobar la sostenibilidad pasa a ser tan importante como la productividad y la escala.

Crecientes exigencias de trazabilidad y transparencia

Uno de los cambios más claros en las demandas internacionales es el fortalecimiento de la trazabilidad, ya que —como señala Aldo Vendramin— no basta con producir correctamente; es necesario registrar y demostrar lo que se ha hecho. Esto incluye información sobre el origen del área, el historial de uso del suelo, el manejo de insumos, el control de residuos y el cuidado de áreas sensibles. Una documentación incompleta o incoherente puede convertirse en un obstáculo para acceder a mercados con regulaciones más estrictas.

La trazabilidad también está vinculada a la transparencia. Compradores y certificadoras esperan que el productor mantenga registros organizados, con evidencias consistentes de cumplimiento normativo. Este proceso abarca documentos de tenencia de la tierra, permisos ambientales, facturas de insumos, informes de monitoreo y registros de prácticas de manejo. Aldo Vendramin refuerza que esta organización no debe verse solo como una obligación burocrática, sino como la base para aumentar la confianza y reducir riesgos en las relaciones comerciales.

En 2026 y en los años siguientes, es probable que nuevas regulaciones exijan aún más detalles sobre la cadena productiva, especialmente en lo relativo al origen de las materias primas y la responsabilidad sobre las emisiones asociadas a la deforestación. En este contexto, el productor que se anticipe, estructure sistemas de control y adopte tecnologías de monitoreo estará mejor posicionado para cumplir estas exigencias sin rupturas bruscas en su negocio.

El papel de las certificaciones y los estándares de sostenibilidad

Las certificaciones asumen un papel central en la interfaz entre la agricultura sostenible y los mercados internacionales. Los sellos que acreditan conformidad ambiental, respeto a los derechos laborales y buenas prácticas de manejo funcionan como una especie de pasaporte en negociaciones más exigentes. Estas certificaciones ayudan a traducir la realidad de la finca a un lenguaje reconocido por compradores, auditorías e inversores.

El proceso de certificación, al exigir la adecuación de prácticas, registros e infraestructura, impulsa la profesionalización de la gestión. Auditorías periódicas, criterios objetivos y acompañamiento técnico contribuyen a reducir improvisaciones y a organizar los procesos internos. A partir de ahí, la sostenibilidad deja de ser solo un discurso y pasa a formar parte de la rutina de planificación, ejecución y monitoreo de la producción. Como explica Aldo Vendramin, esto incrementa la credibilidad del productor y fortalece su posición en cadenas más sofisticadas.

Además, las certificaciones suelen venir acompañadas de programas de capacitación, acceso a información técnica y redes de colaboración entre productores. Esta dimensión colectiva facilita el intercambio de experiencias, ayuda a diluir los costes de implementación y amplía el impacto positivo en el paisaje productivo. En mercados que valoran el origen responsable, un grupo de productores certificados puede atraer contratos más estables y condiciones comerciales diferenciadas.

Emisiones, clima e instrumentos económicos vinculados a la sostenibilidad

Otro eje de exigencia que cobra fuerza es el de las emisiones de gases de efecto invernadero y la contribución de la agricultura a la agenda climática. Prácticas que reduzcan la deforestación, aumenten la eficiencia en el uso de insumos, promuevan la integración agricultura-ganadería-forestación o recuperen áreas degradadas tienden a ser mejor valoradas por compradores atentos al tema climático. Aldo Vendramin considera que, desde esta perspectiva, la finca pasa a verse no solo como una unidad productiva, sino también como un activo ambiental.

En paralelo, surgen instrumentos económicos vinculados a la sostenibilidad, como los mercados de carbono y los mecanismos de pago por servicios ambientales. Aunque aún están en consolidación, estos instrumentos señalan una tendencia: las propiedades rurales que acrediten conservación, regeneración de vegetación nativa o prácticas de bajo carbono podrán, en el futuro, acceder a nuevas fuentes de ingresos o a condiciones de financiación más favorables.

@aldovendramin

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Para aprovechar estas oportunidades, el productor necesita conocer metodologías de medición, participar en programas estructurados y alinear su estrategia productiva con estos instrumentos. Este recorrido requiere apoyo técnico, pero representa una forma de convertir las responsabilidades ambientales en parte del modelo de negocio, y no solo en un coste adicional.

¿Cómo puede prepararse el productor para las exigencias de 2026 y más allá?

Prepararse para las exigencias futuras implica, en primer lugar, reconocer que la sostenibilidad y el acceso a los mercados van de la mano. Organizar la documentación, buscar la regularización ambiental y de la tierra, revisar las prácticas de manejo y evaluar la viabilidad de certificaciones son pasos que pueden iniciarse de manera gradual. Aldo Vendramin subraya que cada propiedad tendrá su propio ritmo, pero lo importante es no permanecer inerte ante los cambios en curso.

Invertir en gestión es otro punto fundamental. Los sistemas de registro, el control de insumos y el monitoreo de indicadores ambientales y económicos ayudan a fundamentar decisiones y a facilitar el diálogo con compradores y certificadoras. El apoyo de cooperativas, asociaciones, consultorías y programas públicos puede reducir los costes de adaptación y ampliar el acceso a conocimiento especializado, haciendo el proceso más viable.

Por último, la preparación implica un cambio de mentalidad. En lugar de ver las nuevas exigencias como barreras, el productor puede considerarlas una oportunidad para diferenciar su producción, mejorar la eficiencia y construir relaciones comerciales más sólidas. Al integrar sostenibilidad, trazabilidad e innovación en su estrategia, el agronegocio se posiciona en sintonía con las expectativas de los mercados internacionales y de la sociedad.

Autor: Raymondo Murphey

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